La fuerte corriente arrasó viviendas en San Luis Potosí, dejando a Liliana y su familia sin pertenencias ni documentos
NACIONAL.- “Quedó todo en la ruina, no quedó nada. Ni papeles agarramos, ni ropa… nada, nada”, relata con voz entrecortada Liliana Reséndiz Hernández, residente de la comunidad Movimiento Huasteco en San Vicente Tancuayalab, en San Luis Potosí, tras las severas inundaciones que devastaron su vivienda y patrimonio. La familia tuvo que salir con lo puesto y trasladarse a un albergue, mientras sus documentos quedaron sumergidos en el lodo.
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Las inundaciones que azotaron la región Huasteca de San Luis Potosí dejaron estragos profundos para muchas familias. En el caso de Liliana Reséndiz Hernández y su núcleo familiar, el desastre fue absoluto: su hogar quedó bajo el agua y el lodo, perdiendo pertenencias, documentos esenciales y recuerdos de toda una vida.
“Nos salimos con lo que traíamos puesto, nada más”, expresó la joven al relatar cómo lo perdieron todo durante la crecida.
De acuerdo con el testimonio, su vivienda quedó totalmente cubierta por la inundación, al grado que “hasta la loza ya no se ve.” Solo algunas estructuras de dos pisos resistieron parcialmente, pero incluso estas están bajo amenaza debido al aumento del nivel del agua. La familia y otros afectados tuvieron que abordar lanchas para alcanzar el albergue y ponerse a salvo.
En el refugio temporal, Liliana expone la gravedad del panorama: “Necesitamos ayuda, víveres, colchones… perdimos todo”. Además, solicita que las autoridades federales y estatales no olviden a las comunidades más vulnerables para restablecer servicios básicos y brindar apoyo urgente a las familias damnificadas.
Este suceso no es aislado: las recientes lluvias han golpeado varias entidades del país, provocando inundaciones de gran magnitud, con cientos de comunidades afectadas. Las pérdidas materiales son inmensas, y muchas personas han quedado desprotegidas ante la falta de documentos, lo que complica el acceso a apoyos oficiales, seguros o trámites de reconstrucción.
Uno de los aspectos más críticos es la pérdida de documentos oficiales: actas de nacimiento, escrituras, identificaciones personales, entre otros. Sin estos papeles, muchas familias enfrentan barreras administrativas para recibir apoyos, recuperar propiedades o realizar gestiones legales. En el caso de Liliana, la frase repite esta doble tragedia: se perdió el techo, pero también la identidad y memoria legal de la familia.
Las autoridades locales y federales deben actuar con celeridad: implementar operativos de ayuda inmediata (alimentos, abrigo, limpieza), desplegar brigadas de reconstrucción y habilitar mecanismos de restablecimiento de documentos perdidos. Los damnificados deben ser censados casa por casa para conocer la magnitud real del daño y garantizar que ninguna familia quede desatendida.
La historia de Liliana y su familia es un recordatorio doloroso de lo vulnerables que pueden ser las comunidades frente a fenómenos hidrometeorológicos extremos. Pero también es una llamada para reforzar los mecanismos de prevención, la infraestructura urbana, los sistemas de drenaje, y la coordinación institucional para enfrentar la emergencia climática.
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